¿Para qué comemos? (el efecto vitalizante)

La pregunta tiene muchas respuestas. Pareciera obvio que para aportar nutrientes al cuerpo. Sin embargo hay gente (y cada vez son más), que con una preparación adecuada, pueden vivir sin ingerir alimentos físicos[1]. Esto no es algo nuevo, pues los antiguos yoguis hindúes practicaban esto de vivir del prana[2], solo practicando técnicas de respiración. Actualmente se están difundiendo los movimientos respiratorianos[3] y también técnicas para nutrirse mediante la captación de fotones del sol[4], desarrollando celularmente la misma capacidad que tienen los vegetales para captar energía lumínica (fotosíntesis).


Más allá de conceptos y prácticas que exigen cierto nivel de preparación y pueden parecernos radicales, esto demuestra que es posible vivir sin nutrientes de estructura física y que en realidad el alimento cumple una función vibracional. Como vimos, las células funcionan e intercambian información, resonando en una frecuencia electromagnética perfectamente medible.
Por tanto, la función del alimento es vitalizar y garantizar dicho metabolismo energético, basado en fenómenos de transmutación biológica, sintonización y resonancia entre órganos y alimento. En definitiva el cuerpo humano (saludable) resuena en una determinada frecuencia oscilatoria (entre 6.200 y 7.000 Ä). Vimos que las mediciones vibracionales del alimento permiten verificar que hay sustancias nutricias que resuenan por encima o por debajo de dicha frecuencia.
Al ingerir alimentos de igual o superior longitud de onda, el cuerpo no tiene dificultades en metabolizarlo y generar los fenómenos de intercambio, beneficiándose del aporte. Cuando ingerimos alimentos de inferior oscilación vibratoria, el organismo se ve perjudicado, pues debe elevar dicha frecuencia, a fin de establecer el adecuado intercambio metabólico.
Si este último tipo de alimentos se hace abundante y cotidiano, a largo andar el cuerpo se agota, baja su frecuencia, se desvitaliza y comienza a resonar en niveles inferiores, que son justamente los que emite una persona enferma (4.800 Ä en el caso de pacientes con cáncer) y en los cuales se desarrollan virus y parásitos.
De allí la importancia de nutrirse prevalentemente de alimentos superiores, como frutas, hortalizas y semillas activadas, que, como vimos, resuenan por encima de los 8.000 Ä y por tanto vitalizan al organismo, evitando el ámbito para el desarrollo del desorden energético, que luego se traduce en enfermedad, envejecimiento prematuro y muerte.
Al comer una hoja de rúcula lo que hacemos es recibir la energía lumínica que el vegetal captó y convirtió en energía química (clorofila). Al exponer dicha hoja al fuego, alteramos ese patrón ordenado y obligamos al cuerpo a elevar dicha frecuencia, para poder resonar y metabolizar adecuadamente. Por ello la importancia de destruir y alterar lo menos posible nuestro alimento cotidiano, concentrándonos, por el contrario, en procesos que lo vivifiquen y eleven vibratoriamente.
Esa es la mejor forma conocida para revertir y evitar situaciones de desorden y enfermedad. Tras haber aprendido los rudimentos de Nutrir sin ensuciar, considerado un primer escalón en este proceso consciente, estamos entonces en condiciones de abordar un nivel ulterior y vitalizante.
Más allá de los beneficios en salud y rejuvenecimiento, esta propuesta generará otros efectos positivos a nivel de pensamientos y actitudes. Como dijera un conocido maestro espiritual: “Según sea tu alimento, así será tu mente; según sea tu mente, así será tu pensamiento; según sea tu pensamiento, así será tu actitud”.

LA ENERGÍA DEL ALIMENTO

Si bien los alimentos aportan nutrientes estructurales (aminoácidos, grasas, azúcares, minerales), tal vez la principal propiedad no sean solo sus valiosos componentes físicos, sino su acción vitalizante sobre nuestro metabolismo energético. Recientes investigaciones muestran que el factor primordial en la calidad de un alimento, es su energía solar (fotones). A través del alimento, absorbemos biofotones (partículas luminosas), que transmiten a las células importante información biológica para modular procesos vitales del cuerpo.
Los biofotones poseen una gran fuerza de organización y regulación que proporciona al organismo mayor movimiento y orden, lo cual se traduce en una marcada sensación de vitalidad y bienestar. Cuanta más energía lumínica pueda almacenar un alimento, mayor su valor. Por ejemplo, un fruto madurado al sol es mucho más saludable que aquel madurado artificialmente.
Por consiguiente, la capacidad de almacenamiento de biofotones es una medida objetiva de la calidad de nuestros alimentos. Las algas espirulina, mediante un complejo único de pigmentos, puede almacenar todo el espectro solar: verde (clorofila), azul (ficocianina), amarillo, naranja y rojo (carotenoides). La medición de los biofotones confirma que la espirulina recién cosechada es un excelente colector de energía solar.
Es un hecho que todos los seres vivos (hombres, animales y plantas), somos seres luminosos que vivimos de estructuras de orden. El girasol, por ejemplo, es un depósito de luz excelente, captando y almacenando energía fotónica, y transmitiendo dicha propiedad a sus semillas e incluso al aceite con ellas obtenido. Por tanto, nuestro alimento es portador de luz.
Cuanta más luz contengan nuestros alimentos, mayor es su valencia biológica y menor es la cantidad de masa alimenticia que necesitamos. Así se explica que un tomate precioso, grande y rojo de cultivo en invernadero, madurado en cámara mediante exposición a gas etileno, tenga menos valencia biológica que un tomate pequeño, con manchas y mal formado, pero que ha crecido al aire libre y ha almacenado energía fotónica del sol en su maduración natural.
Casi no conocemos el concepto de alimento vivo, puesto que hemos aprendido a confiar solo en los análisis bioquímicos de las sustancias. El químico analiza en sus probetas los productos químicos y como mucho, la reacción entre ellos, pero la vida no se podrá comprobar de esta manera. Un pequeño ejemplo: tomemos dos puñados de semillas; un puñado lo colocamos 10 segundos en un microondas. Si luego analizamos químicamente ambos puñados, no habrá diferencia. Sin embargo, si los ponemos a germinar, el puñado de semillas del microondas habrá perdido esa cualidad; están muertas. La vida en sí no es visible, pero sí sus efectos.

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[1] Ver informe “Parte del aire” de Revista Viva de Clarín, del 11.1.09 y su reproducción en www.nutriciondepurativa.com.ar
[2] Prana es una palabra en sánscrito que hace referencia a "lo vital", la fuerza de las cosas vivas y la energía vital en el proceso natural del universo. A través de técnicas de respiración (pranayama) es posible controlar los flujos de prana o energía vital de nuestro organismo.
[3] Ver http://www.jasmuheen.com
[4] Ver apéndice del libro “Alimento y Vitalidad”.
[5] Ver capítulo 2, apartado “La cuestión energética”.
[6] Siempre que se extraiga por métodos naturales de presión en frío y sin procesos industriales de refinación.



Extraído del libro "Nutrición Depurativa"
Autor: Néstor Palmetti